Desde el primer día de vida de su orden, Ignacio exhortó a los jesuitas a comunicar esas ideas, tradiciones, prácticas y entendimientos no solo con otros curas, religiosos y religiosas, sino también con los laicos, hombres y mujeres. La «espiritualidad ignaciana» está apuntada a la audiencia más extensa posible de creyentes y personas en proceso de búsqueda.
De forma frecuente, la proverbial «sabiduría» que los jesuitas aplican para ayudar a otras personas en su vida día tras día no es adecuadamente explicada al público por norma general. Esta obra traduce las intuiciones de Ignacio a la sensibilidad moderna y revela de qué manera logramos hallar a Dios y de qué manera puede Dios hallarnos a nosotros en el planeta real del trabajo, el sufrimiento, la toma de resoluciones, la oración, la amistad… y el amor al prójimo; un amor que, en palabras del propio Ignacio, «se debe poner más en las obras que en las palabras».