El combate entre 2 pandillas de pueblos vecinos, la de los chicos de Velrans y la de los de Longeverne, discurre entre pedradas, patadas, descalabraduras y chichones, y el intercambio de todo tipo de insultos por los dos bandos. Pero bajo esta anécdota infantil, aparentemente trivial, subyace la eterna rivalidad que encara el mundo del adulto con el del niño («Y pensar que vamos a llegar a ser tan tontos como ellos»), y el de los adultos entre sí, esa rivalidad que causa guerras entre los pueblos, ya que no en vano la guerra de los botones es una guerra inmemorial heredada de los antepasados.
El combate entre 2 pandillas de pueblos vecinos, la de los chicos de Velrans y la de los de Longeverne, discurre entre pedradas, patadas, descalabraduras y chichones, y el intercambio de todo tipo de insultos por los dos bandos. Pero bajo esta anécdota infantil, aparentemente trivial, subyace la eterna rivalidad que encara el mundo del adulto con el del niño («Y pensar que vamos a llegar a ser tan tontos como ellos»), y el de los adultos entre sí, esa rivalidad que causa guerras entre los pueblos, ya que no en vano la guerra de los botones es una guerra inmemorial heredada de los antepasados.