Hace tres cuartos de siglo, René Quinton era universalmente célebre y se le situaba entre los sabios mucho más enormes de todo el mundo. En Francia, sus trabajos eran presentados en el Institut, sede de las cinco Academias. Los Dispensarios Marinos funcionaban en varias ciudades y en el extranjero. En 1925 se encontraba en la cumbre de su gloria cuando su muerte prematura vino a aminorar y ponerse en contra a toda su obra, en plena expansión… Los trabajos de René Quinton entran de a poco en un período de olvido. Pero de forma renovada, esta enorme obra, relatada ahora por André Mahé de forma amena y estricta, nos muestra cómo Quinton, gracias a sus Leyes de la Perseverancia apoyadas por ensayos irrefutables, probó no sólo el origen marino de la vida sino más bien también la permanencia en nosotros del medio marino. El mar es verdaderamente nuestra sangre. El Plasma de Quinton, el agua de mar lista según un procedimiento que garantiza la conservación de sus propiedades vitales, es una cosa muy distinta a un fármaco, es un factor natural exactamente amoldado a las necesidades de la célula viva. La introducción del agua de mar en un organismo cuyo medio vital es deficiente por una razón alguno, equivale al aporte de elementos nuevos que son la base de la vida misma. Los trabajos de René Quinton nos comentan a nivel científico la incomparable capacidad de los medios marinos.