«Un chaval del vecindario» («Tenement Kid») es la autobiografía de Bobby Gillespie, referente indiscutible del rock británico independiente de finales de los ochenta y los noventa como frontman de Primal Scream, quienes con su álbum «Screamadelica» de 1991 ?para bastantes uno de los mejores de todos los tiempos? redefinieron las claves del rock de fin de siglo con su espíritu abiertamente hedonista, en consonancia con la escena rave de clubs británica y las drogas de diseño como el éxtasis, por entonces en su máximo auge. Nacido en el seno de una familia de clase trabajadora y militante de Glasgow en el verano de 1961, Gillespie creció en el conflictivo vecindario de Springburn poco antes que fuera desmantelado. A los dieciséis años abandonó la escuela y empezó a trabajar como aprendiz de litógrafo, y cuando descubrió a los Clash y a los Sex Pistols fue imbuido por el rock y el punk, que para el joven significaron una visión iconoclasta de la rebelión de clases y lo conminaron a forjarse como artista. Logró sus pinitos con Altered Images ?a quienes acompañó como roadie de teloneros de Siouxsie & The Banshees?, tocó los teclados en la primera capacitación de The Wake y la batería con los Jesus and Mary Chain a lo largo de la temporada del fundamental «Psychocandy», para entonces dirigir su grupo: Primal Scream. Estructurado en cuatro bloques, «Un chaval del vecindario» está construido como un redoble de batería in crescendo que estalla en la última parte, con la llegada del Segundo Verano del Amor a fines de los ochenta y el advenimiento de la civilización de club y el acid house, espíritu del que se contagió Primal Scream para forjar entre los álbumes más predominantes de los noventa y punta de lanza del respetado sello Creation Records de Alan McGee. En forma de conclusión, el libro cuenta la desmandada da un giro de verano de 1991 que antecedió al lanzamiento de «Screamadelica». «Un chaval del vecindario» es un libro lleno de gozo, asombro, pasión y también ira de un apóstol del rock que contribuyó a reelaborar de manera radical el futuro del sonido de la música habitual británica. Anunciado treinta años tras este jalón de la historia de la música, Gillespie cuenta la historia de una década que arruinó Margaret Thatcher y salvó el acid house.