«… volviendo a las reflexiones y confesiones fabricadas en la presentación del primer tomo de este Tratado, he de insistir en mi empeño de difusión del pensamiento universal en torno al derecho de obligaciones y sus fuentes, ansioso de conocer veneros y compartirlos, en labras de disfrutar imaginariamente su desgustación por otros, suscitar en ellos inquietudes, perplejidades, perturbar la pasiviadad de tantos, estimular la emulación, soñar con el surgimiento y el arraigo de un derecho auténtico en su heterogeneidad cronológica y geográfica, en su deber solidarista y en su correo con el ser nacional; en evolución continua, al unísono que permanente.»