Chris Lowney, en “Todos Somos Líderes”, establece una estrategia de acción que requiere la convergencia de la jerarquía y las bases. El libro se basa en una profunda reflexión sobre la naturaleza del liderazgo, no como una posesión exclusiva de unos pocos, sino como una habilidad y una responsabilidad que pueden ser desarrolladas por cualquier persona que aspire a servir a los demás. Lowney argumenta que la Iglesia ha sido, en gran medida, una organización jerárquica, donde las decisiones eran tomadas desde arriba y la participación de la gente común era limitada. Esta estructura, aunque necesaria en ciertos momentos, ha sido un factor contribuyente al declive de la institución, ya que ha fomentado la desconexión y la falta de compromiso de los fieles.
El libro se articula en torno a cuatro pilares fundamentales:
, argumentando que la Iglesia debe estar más arraigada en las comunidades a las que sirve. En lugar de imponer modelos preestablecidos, la Iglesia debe trabajar con las comunidades para identificar sus necesidades y desarrollar soluciones que sean específicas para cada contexto. Esto requiere un profundo respeto por la diversidad cultural y religiosa.
El autor también aboga por una revisión de la formación del clero, enfatizando la importancia de una formación más práctica y relevante para las necesidades del siglo XXI. Los futuros sacerdotes deben ser formados para ser líderes efectivos en sus comunidades, para comprender los desafíos que enfrentan las personas y para ser capaces de inspirar a otros a seguir su ejemplo. El libro subraya la necesidad de un enfoque holístico de la formación, que combine el estudio de la teología y la espiritualidad con la formación en habilidades prácticas y de liderazgo.
«Todos Somos Líderes» es un libro que ofrece una visión valiosa y necesaria para la renovación de la Iglesia. Chris Lowney, con su experiencia y su enfoque pragmático, nos invita a repensar el liderazgo, a redescubrir nuestra identidad y a abrazar un nuevo camino. El libro no ofrece soluciones fáciles, pero nos proporciona las herramientas y el impulso necesarios para comenzar el viaje hacia un futuro mejor para la Iglesia y para el mundo. Se trata, en última instancia, de un llamado a la acción, un llamado a cada uno de nosotros a asumir nuestra responsabilidad como líderes, no en la Iglesia, sino en nuestras familias, nuestras comunidades y en el mundo.