Girauta alerta contra las presentes maneras de manipulación sentimental e ideológica. De paso, nos explica de qué forma la izquierda se ha hecho con la hegemonía cultural. Comprenderlo exige una aproximación al posmarxismo. En concreto, al enlazamiento de causas o luchas supuestamente independientes.¿Por qué razón la derecha no ha impuesto ni solo una causa propia en las últimas décadas? ¿Por qué razón va a rastras en temas de valores? ¿Por qué razón siempre acaba interiorizando premisas a las que en un principio se resiste? Hay una razón principal: se ha despreocupado de la guerra cultural y no cree en el poder del discurso. En ese sentido, la derecha es infinitamente más materialista que la novedosa izquierda. Una advertencia importante: la guerra cultural que Girauta defiende no persigue que la hegemonía cultural pase a la derecha. Su objetivo es que se conserven los principios fundacionales de la democracia liberal, pausadamente desvirtuados: igualdad, independencia de expresión, carga de la prueba, respeto a la esfera privada, etcétera. Transformada en generadora persistente de antagonismo, la izquierda democrática ha mutado su naturaleza. Esta transformación, sumada a la insensata renuncia al imaginario de conservadores y liberales, explica el regreso de la censura, la cancelación cultural, el neopuritanismo, la coacción ambiental y la infantilización de la sociedad. Asimismo la paradoja de una juventud siempre al lado del poder establecido mientras que cree combatirlo. Se la formó para no soportar las críticas contrarias, que interpreta como crueldad. Mientras que, las grandes corporaciones tecnológicas promueven la hostilidad social y la frustración individual. «La inestabilidad es el caldo de cultivo para la fabricación, estímulo y articulación de novedosas causas que jamás se satisfarán. Eso es estructural en la novedosa hegemonía. De esta manera se obtuvo y así se mantiene: radicalizando la democracia, alentando la conflictualidad, sembrando antagonismos. De nada de esto tiene novedad la derecha del los pies en el suelo, ese ideario tan incitante». Juan Carlos Girauta