El núcleo de la obra se centra en el concepto de la resonancia mórfica. Sheldrake argumenta que los sistemas, desde los cristales hasta los animales y las sociedades humanas, se forman a partir de una única fuente de información: el campo mórfico. Este campo no es un espacio físico en el sentido tradicional, sino más bien un “campo de influencia” que conecta a sistemas similares que comparten un patrón o hábito. Cuanto más se repite un patrón en un sistema, más fácil lo es para otros sistemas similares repitir ese mismo patrón. Esto no implica telepatía en el sentido convencional, sino más bien un proceso de transmisión de información a través de resonancias.
La idea de los hábitos de la naturaleza es central para comprender el funcionamiento de este campo. Sheldrake propone que la naturaleza tiende a repetir patrones que han sido aprendidos por sistemas anteriores. Por ejemplo, el aprendizaje de un nuevo vuelo por parte de un ave no es un proceso puramente biológico, sino que se ve influenciado por las experiencias de generaciones anteriores de aves que han aprendido ese mismo patrón. De manera similar, la formación de un cristal, según Sheldrake, no se basa en un «plan» incorporado en el material, sino en la resonancia con patrones previamente formados por cristales similares. Esta resonancia es una fuerza que guía la cristalización, y su intensidad se ve aumentada por el uso repetido de ese patrón.
El libro dedica una atención considerable a ejemplos específicos que ilustran la resonancia mórfica. Sheldrake explora el aprendizaje de los pájaros, donde las nuevas generaciones de aves aprenden más rápido los nuevos vuelos si aves anteriores ya han aprendido esos vuelos. También analiza la formación de patrones de comportamiento en sociedades humanas, sugiriendo que los hábitos sociales se transmiten a través de un campo mórfico que influye en las decisiones de las personas. Además, aborda la formación de cristales, la cristalización de los huesos y la memoria de la tierra, argumentando que la naturaleza se organiza no solo por leyes físicas, sino también por patrones aprendidos.
Sheldrake también introduce la idea de «células móviles», que son sistemas que se pueden desarrollar independientemente de su entorno, simplemente por la resonancia con un patrón previamente formado. Estos ejemplos, aparentemente contraintuitivos, apuntan a una forma diferente de entender la emergencia de la complejidad y la organización en la naturaleza. El libro desafía la noción de que el universo es un conjunto de procesos azarosos y sin conexión, y propone un sistema donde la memoria y la influencia mutua son fuerzas fundamentales.
El libro se estructura como una exploración gradual de la hipótesis de la resonancia mórfica, comenzando con una introducción general al concepto y luego presentando ejemplos específicos que la ilustran. Sheldrake no busca demostrar la validez de la hipótesis de forma absoluta, sino que la presenta como una alternativa viable a las explicaciones convencionales, ofreciendo un marco para comprender fenómenos que son difíciles de explicar por el reduccionismo científico. La clave reside en la idea de que la naturaleza no es un sistema pasivo que responde a las leyes físicas, sino un agente activo que interactúa con su entorno a través de patrones de resonancia.
El autor argumenta que la ciencia tradicional ha tendido a ignorar la posibilidad de que los sistemas tengan memoria y puedan influenciar el presente. Se basa en investigaciones de diversos campos, incluyendo la cristalografía, la etnobotánica y la psicología, para apoyar su argumentación. Sheldrake enfatiza la importancia de la experiencia directa y la observación cuidadosa, argumentando que muchos fenómenos aparentemente inexplicables pueden ser explicados si se considera la posibilidad de resonancia y memoria. Además, critica la visión científica del mundo como un lugar estático, argumentando que la naturaleza está en constante cambio y evolución, impulsada por la interacción entre sistemas similares.
Sheldrake proporciona un análisis profundo de la memoria de la tierra, proponiendo que la tierra tiene una memoria colectiva de eventos pasados, y que esta memoria puede influir en la forma en que se desarrollan los procesos geológicos. Argumenta que este fenómeno se basa en la capacidad de la tierra para resonar con patrones que han sido aprendidos por sistemas similares a lo largo del tiempo. Esta idea, aunque controvertida, ofrece una perspectiva fascinante sobre la naturaleza de la tierra y su relación con el pasado.
Además, el libro explora la conciencia como un producto de la resonancia mórfica. Sheldrake sugiere que la conciencia no es una propiedad misteriosa del cerebro humano, sino un fenómeno que surge de la resonancia entre el cerebro y el campo mórfico. Argumenta que la mente humana está conectada a una red global de información que abarca todos los sistemas vivos, y que esta conexión es responsable de la capacidad de aprendizaje y creatividad. La comunicación con la naturaleza se basa en este campo, y la naturaleza puede ser entendida, y transformada, por nuestro pensamiento.
Opinión Crítica de Presencia Del Pasado Resonancia Morfica Y Habitos De La Naturaleza A
«Presencia del Pasado» es un libro provocador y estimulante, que desafía las suposiciones fundamentales de la ciencia y nos invita a repensar nuestra relación con el mundo natural. Aunque la hipótesis de la resonancia mórfica no es directamente comprobable con los métodos tradicionales de la ciencia, ofrece una perspectiva valiosa y, en algunos casos, extraordinariamente persuasiva. La capacidad de Sheldrake para presentar ejemplos concretos que apoyan su hipótesis es uno de los puntos fuertes del libro. Sin embargo, el lector debe abordarlo con una mente abierta y una disposición a cuestionar sus propios preconcepciones.
La principal crítica que se puede hacer al libro es que la hipótesis de la resonancia mórfica carece de un mecanismo físico bien definido. Aunque Sheldrake reconoce que la naturaleza del campo mórfico es misteriosa, no ofrece una explicación clara de cómo se transmite la información de un sistema a otro. La falta de un mecanismo explicativo tangible dificulta la verificación experimental de la hipótesis. No obstante, la validez de la idea radica en la evidencia empírica que proporciona y en la forma en que permite comprender la complejidad de los sistemas naturales, más que en su demostración científica estricta.
El libro es un excelente punto de partida para explorar ideas que se encuentran en la frontera del conocimiento científico. No pretende ser un libro definitivo, sino más bien una invitación a la reflexión y a la investigación. Se recomienda al lector leerlo con un espíritu crítico, teniendo en cuenta que la hipótesis de la resonancia mórfica es controvertida y que existen otras explicaciones posibles para los fenómenos que Sheldrake describe. El libro es especialmente útil para aquellos que están interesados en la etnobotánica, la cristalografía, la teoría de sistemas y la filosofía de la naturaleza. A pesar de sus limitaciones, «Presencia del Pasado» es un libro que es probablemente cambiará la forma en que vemos el mundo.


