Romántico, como sus compañeros liberales, a lo largo de la República Restaurada Altamirano se había entregado de lleno a la imposible tarea de llevar a cabo una nación democrática de un país desgastado por la guerra, desintegrado y pobre. Por sobre sus diversas actividades, él privilegiaba aquellas que lo definían como hombre de letras. Este hombre de letras que inició la construcción de la literatura nacional mexicana, a través de la escritura de poesía, narrativa y crónica, la reflexión crítica, la enseñanza y la difusión de la cultura, se está recuperando en la presente antología para los lectores del siglo XXI.
En la velada para despedir a Ignacio Manuel Altamirano, el 5 de agosto de 1889, cuando iba a partir a España para ejercer como diplomático, Manuel Gutiérrez Nájera lo honró atribuyéndole la coautoría “de prácticamente todas las proyectos buenas
de nuestras dos últimas generaciones literarias”. Esa noche, en el salón de sesiones de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, caldeado por la emoción y el aprecio, los contemporáneos y discípulos del polígrafo le repitieron su reconocimiento como “Maestro y Patriarca”.