Tras la desaparición de su mujer, Arand T. Hingorani recibía cada mañana la visita de Gandhi, «para animarme y consolarme cuenta él, y escribía algo sobre lo que meditar». Mucho más adelante le pidió al Mahatma que escribiera para él un pensamiento con el que meditar cada día. Desde el 20 de noviembre de 1944, y durante prácticamente un par de años, Gandhi escribió a su amigo los pensamientos solicitados. Cuando en 1946 Hingorani le pidió permiso para publicar los «pensamientos», Gandhi replicó: «¿Qué tienen, que tan deseoso andas de publicarlos? Si deseas editarlos, hazlo después de mi muerte. Este tipo de escritos no suelen manifestarse en vida del autor. ¿Quién sabe? ¡Puede que ni yo mismo sea con la capacidad de vivir de conformidad con lo que he escrito! Pero si me mantengo leal a ellos hasta el último instante de mi vida, entonces, y sólo entonces, merecerá la pena publicarlos!».