La escritura es un trance sensible, un ir y venir por los caminos donde recorren las ideas, los pensamientos, junto a los sentimientos mucho más hondos donde la imaginación toma cuerpo tanto en prosa, versos u otras formas creativas. Y en ese sentir se va desgranando la existencia del ser humano y sus valores intrínsecos donde el amor es la síntesis de la vida, su eje indispensable. O sea, a modo de resumen, la defnición de este poemario sobre el amor que sale a la luz tras reposar largo tiempo en silencio entre las cuartillas de papel. Ese soporte vivo de materia de árbol que se perderá cuando sea sustituido por esos otros artificiales. Y cuando ese planeta creativo de la sublime poesía y demás escrituras por el momento no se posen sobre el soporte original de materia de árbol, este será un planeta frío, metálico, inmaterial, sin alma, y la intensidad de la vida y sus palabras van a quedar impresas y reproducidas, no en los anales naturales, sino en canales de la supertecnología y la superinteligencia interactiva, intergaláctica, sobre el infinito e inhóspito cosmos. Y los seres humanos olvidarán el despacio tacto de la materia viva de árbol, donde se describía el amor, la vida.