En Nochebuena, traza Gógol un cuadro de costumbres vivísimo enmarcado en la víspera de Navidad en un pueblecito ucraniano. De esta forma, el lector puede degustar la gastronomía típica de esa noche, como el cutiá o el vareniki o el borsch, o unirse a los jóvenes que cantan las coliadky de puerta en puerta, algo así como nuestros aguinaldos. En ese contexto, una historia amorosa con la desdeñosa y soberbia Oksana que cifra su corazón al precio de quien logre conseguirle unos zaptaos como los de la zarina; Vakula, el herrero, con la ayuda del demonio, va a volar hasta San Petesburgo para conseguirlo; entretanto, la madre del herrero, Soloja, da juego a tres pretendientes: el cosaco Chub, el diácono (casado) y el alcalde, lo que configura amenas coincidencias en la línea de las comedias de enredo. En este cuento, el demonio hurta la luna para dejar a oscuras a los enamorados; una hechicera colecciona estrellas, que juegan cogidas de las manos en el cielo; magos sentados sobre pucheros surcan el éter; «más allí veíase un ejambre de espíritus que se extendía a modo de nube. Un diablejo que bailaba cerca de la luna, se quitó el gorro al notar pasar al herrero montado a caballo sobre el demonio. Una escoba tornaba a su destino al quedar abandonada por su dueña», y estas imágenes de fantasía, alternan con el realismo costumbrista sin transición y con total normalidad, lo que da lugar a capítulos de absurda comicidad.