Hoy vivimos un exceso de intervenciones médicas. La medicina se encuentra dentro de los más esenciales conocimientos humanos pero más allá de preciso umbral se regresa contraproducente; es la creciente medicalización de la sociedad lo que disminuye la salud. Y hoy la medicina está regida por una cuestión económica: supone que el más destacable indicio es el nivel de salud nacional bruto, esto es, de distribución de los productos de la industria farmacéutica. Además, la medicina actual no desea plantearse las causas del aumento de anomalías de la salud, en tanto que estas causas constituyen la base misma de la sociedad y del sistema económico: ciudades masificadas, consumismo, trabajo precario y alienante, sobreproducción, contaminación y falta de cohesión popular; todo esto crea agobio, frustración, angustia, falta de motivación, y de alegría, lo que se procura solucionar con fármacos. La medicina actual no desea plantearse las causas del aumento de anomalías de la salud, en tanto que estas constituyen la base misma de la sociedad y del sistema económico: ciudades masificadas, consumismo, trabajo precario y alienante, sobreproducción, contaminación y falta de cohesión popular, lo que crea agobio, frustración, angustia, falta de motivación y de alegría, etcétera. Las estrategias médicas fallan porque concentran demasiados sacrificios en agarrar la enfermedad pero jamás las condiciones estructurales que las causan. Además, la medicina actualizada pone en pone bajo riesgo el saber popular, el saber que tiene cada persona sobre su cuerpo y la capacidad curativa de este. El sistema capitalista quita a las comunidades sus conocimientos y concepciones sobre la salud, la enfermedad y su tratamiento. Una verdadera invasión farmacéutica quiere convencernos de que no hay salud fuera de los métodos de la clase médica profesional. Un nuevo lenguaje, elaborado en las categorías superiores sociales, empapa entonces la sociedad, reduciendo lo que forma un punto fundamental de la salud de cada invididuo: su autonomía personal. Iván Illich define la medicina actual como el monopolio extremista de los especialistas: tecnócratas como los que más, desde los ministros de salud y los gerifaltes de las multinacionales farmacéuticas y biotecnológicas, pasando por la parte del personal de clínicas y centros de salud (como los médicos comprados por los visitadores de las farmacéuticas, sin pensamiento crítico o sin vocación). Illich aborda asimismo temas como al diagnóstico y el estigma. Y examina, desde la antropología popular, de qué manera percibimos y significamos el dolor o la muerte en nuestra cultura. En el momento actual de pandemia decretada es más necesario que jamás recuperar las reflexiones de un pensador de la altura de Iván Illich. Esta edición nueva de Némesis médica incluye una nueva introducción, un artículo del autor meditando sobre el libro, y otros artículos; además de un capítulo de David Cayley, su principal acólito, sobre la pandemia del coronavirus. La medicina actual ha degenerado, desea ser dueña de toda nuestra vida: su ideal es la prevención absoluta, totalitaria; encome