Morí por la belleza, de la compilación «Poesía portátil», es una selección de poemas de Emily Dickinson que nos deja adentrarnos en los anhelos que la autora encerró en sus versos. Contenidos escritos desprovistos de adornos y reglas que charlan de la mujer, de la enfermedad, de la desaparición y de lo que nos espera después.
Emily Dickinson es indudablemente entre las eruditas más enigmáticas de la historia de la literatura, una mujer que murió a los cincuenta y cinco años siendo una ignota y habiendo publicado solo siete poemas. En situación había escrito casi dos mil y fue su hermana quién los encontró en un cajón, garabateados en trozos de papel o esmeradamente cosidos en cuadernillos.
Dickinson vivió los últimos años de su historia sin salir de casa, recluida en una intimidad oscura que plasmó en todos y cada verso. En ellos se respira la íra contra una sociedad patriarcal que castigaba cualquier atisbo de independencia femenina, son poemas que se sublevan contra el mundo que la rodea y piden a gritos más libertad. Radical en fondo y forma, suprimió verbos, signos de puntuación y conectores; escribía sin adornos y sin reglas. La contundencia de su obra, su forma de comprender el verso, la rima, la oración y la gramática, han marcado la poesía actualizada.
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«Es la esperanza lo que transporta plumas
y se posa en el alma,
cantando una tonada sin palabras
que nunca tiene fin.»
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