Pero escribió esa novela, y se prometió que sería distinta a todas las demás. Que charlaría de «la cruzada de los pequeños». Y que en ella habría miedo y risa y viajes en el tiempo y ternura y estupor y sorpresa y fragilidad.
Y esa novela se transformó en la enorme novela antibélica de todos los tiempos. En el emblema de la contracultura de los sesenta. En uno de los mayores tradicionales de la narrativa estadounidense. En este libro que ahora mantiene el lector, en el que late el corazón asustado y risueño de Vonnegut en un búnker bombardeado y asimismo la promesa infantil (y bonita) de que no va a haber mucho más guerras.