Cuerpo de élite de reconocido prestigio, la Legión Francesa, arraigada en un pasado glorioso y en sus tradiciones propias, prosigue cautivando y atrayendo a miles de aspirantes venidos de todas y cada una de las partes del planeta. Única por su reclutamiento extranjero, desde su fundación en 1831 han pasado por sus filas mucho más de cien nacionalidades diferentes. En este planeta militar de contrastes sociales, los españoles también han dejado huella, y profunda, por el hecho de que han aportado al cuerpo la esencia del alma española, con sus virtudes y sus vicios. De esta forma se ha forjado una historia heroica y trágica, con capítulos de guerra, de amor y de discusiones. Al compás de las guerras fratricidas de la Península se incrementaron las filas de la Legión. El gobierno francés se aprovechó de los exiliados españoles para sus intereses militares fuera del Viejo Continente y de paso evitó los problemas que tengan la posibilidad de producir dentro de su territorio. Políticamente, la Legión Francesa sirvió de pago en la Cuádruple Alianza, y de este modo con armas y pertrechos se sumó a la causa isabelina en 1835. Durante la Primera Guerra Mundial, los nacionalistas catalanes vieron en ella un útil para sus propósitos independentistas y miles de españoles engrosaron los batallones de la Legión. El último alistamiento masivo, si bien condicional, lo constituyó el contingente republicano al terminar la Guerra Civil. Desde los años cincuenta, las novedosas generaciones de españoles al servicio de Francia concuerdan mucho más con la tipología del legionario de hoy, alistándose eminentemente por causas de orden personal que por motivos ideológicos. No olvidemos tampoco que la Legión gala sirvió como modelo para la creación del Tercio de Extranjeros español.