Muchas cosas eran las que lo habían llevado a Picaporte a evaluar suerte ante aquel individuo que, por su flema británica, era considerados por muchos como el auténtico gentleman inglés, un individuo rico, correcto, educado, con costumbres fijas y, a los ojos de muchos, misterioso. Era paradójico que se supiera tan poco de su vida privada y se especulase tanto en cambio tanto sobre similar personaje. Sin embargo a él no le importaba nada de lo que fuera se comentase. Tan solo quería poder elegir ahora a un puesto estable, fijo y monótono; algo muy diferente a su vida en el circo y que había hecho que jamás deshiciese una maleta y que su vida transcurriese entre localidad y localidad, entre lonas y trapecios… Por eso, cuando aquel caballero inglés lo aceptó a su servicio, Picaporte pensó que su vida de sobresaltos y viajes había dado a su fin.
Pero se equivocaba de lleno… Cuando aquella noche Phileas Fogg le mencionó que se preparase, que iniciaban un viaje como jamás antes se había efectuado, la sorpresa de aquel francés fue enorme. Iban a llevar a cabo una vuelta al planeta en un tiempo sumamente corto: ochenta días. Algo que, se mirase como se mirase, era una locura. Y todo había surgido por una apuesta… Una absurda apuesta en un club de ricos. Sin embargo, aquella apuesta supon