De nuevo la música como hilo conductor. Cuarenta canciones son el pretexto, la columna vertebral, para esbozar los trazos y tramar la trama de una historia que se entreteje como cuando se hila un tapiz. Manolo tiene una ruta andada, sabe por dónde quiere seguir y por cuáles escaleras no quiere regresar a bajar, tampoco a subir; por el hecho de que en el final el éxito, como afirmaba Dylan, es una extraña manera de fracasar. Elisa, que podía seguir siendo la misma persona toda la vida, deberá conocer qué puede llevar a cabo consigo misma tras esta casualidad que le dejará no solo atestiguar la reinvención de un humano, sino más bien la suya propia. Si la letra de una canción forma el cincuenta por ciento de la misma o mucho más, esta historia logra el maridaje especial entre la letra y la música de una partitura en la que 2 destinos quedan acompasados por exactamente los mismos ritmos.