La aparición de La travesía del Cachalote en Inglaterra en 1898, fue acogida con un entusiasmo sin precedentes en este tipo de libros de navegación. Se tenía todo aspecto la hasta el momento desconocida aventura de la caza de ballenas y la vida en un ballenero, cruenta y peligrosa, arriesgada y muchas veces mortal. Singladuras que duraban 2 o tres años, navíos que daban la vuelta al mundo y que volvían con cientos de barriles de oro líquido, la grasa derretida de las ballenas. El libro se leyó en institutos y universidades, y el propio Rudyard Kipling, que se lo leía asimismo a sus hijos, en el momento en que recibió un ejemplar para la prensa, le escribió al autor:
«Es inmenso… no hay otra palabra. Nunca he leído nada comparable en su misterio y su asombro marinos»,
