La leyenda de Broken, de Caleb Carr, creador de otras obras como El caso del secretario italiano o El alienista, es una imaginativa novela de narrativa fantástica que se enmarca en el genero de historical fantasy o fantasía épica. Según libreros y crítica estadounidense, estamos frente al mucho más digno sustituto de la serie Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin. El setting es completamente original: una revisitación de unos de los escenarios mucho más míticos: la montaña de Broken: el pico mucho más alto del noreste de Alemania, una región que, desde la Edad Media, ha desempeñado un considerable papel en la creación de leyendas.
Corren tiempos agitados para el reino de Broken, a merced de la peste y la guerra. Allí podemos encontrar a 2 letras y números opuestos pero que a su vez se entrelazan: Lord Baster-kin -el hombre mucho más poderoso después de los dioses- lucha contra su conciencia, aun mientras hace el mucho más mortífero y mortal de los proyectos, y Sixt Arnem, un guerrero que tras escapar de los barrios pobres se convirtió en el líder del poderoso ejército del reino y sus socios. Keera, un oscuro espía, se embarcará en un arriesgado viaje para salvar a su pueblo de la opresión. Mientras tanto, en las profundidades del salvaje Bosque de Davon, Caliphestros, un filósofo exiliado, y su leal compañero se unen para extender la venganza, citados para auxiliar al vilipendiado e incomprendido Bane en su batalla contra el poder impuesto. Los gigantes muros del reino de Broken están a puntito de desmoronarse. «Y de esta manera se levantan al fin estas palabras de la tierra en que voy a enterrarlas, desafiando al destino como nunca va a poder hacerlo Broken, mi patria. Seguirán los grandes muros de grano de la región hechos añicos hasta regresar a la piedra pulida con que fueron construidos. No pretendáis, estudiosos aún nonatos, comprender mi reino; está tan barrido por el viento y tan olvidado como mis huesos. Tengo ahora el propósito de contaros de qué forma llegó a suceder esta catástrofe. Tampoco deberéis ocupar vuestras mentes, quienquiera que desentierre este relato, averiguando quién soy, o qué hice en vida: vendrán pistas suficientes, mas los febriles intentos de interpretarlas sólo servirán para distraeros de la importancia que logre tener la catástrofe mayor. Baste con saber que he muerto y que, de uno u otro modo, he presenciado cuanto aquí describo.»