Una celebración de los libros, el cariño y el poder curativo de la imaginación. Una historia preciosista que cautiva desde el principio al lector.
¿Tiene historia la lluvia? Ya que sí, y bien mirado todos somos nuestras historias: las contamos para continuar vivos y recordar a los que no están. «Para iniciar hay que ubicarte en el paisaje, localizar a los tuyos y tu rincón. Hasta que eso ocurre andas en la historia equivocada», comenta Ruth Swain. El paisaje es Irlanda, los suyos son familiares extravagantes, y su rincón son los libros.
En un pueblecito a orillas del río Shannon, esta chica de diecinueve años vive confinada en el ático de la vivienda familiar. Los prácticamente cuatro mil libros que heredó levantan barricadas en torno a su cama, y la lluvia es la música constante que nunca deja de sonar. Desde ese refugio la voz irónica de Ruth emprende un viaje literario en pos de su padre, Virgil Swain, un granjero y poeta tardío que leía pasajes de William Blake a sus vacas y transmitió a la hija el cariño por los libros: Dickens, Stevenson y Emily Dickinson orientan ahora a la joven cuando se ofrece desvelar el secreto de la familia.
La historia de la lluvia es un viaje en el tiempo, pero también un homenaje a la lectura donde se mezclan la imaginación y el sentido del humor. Heredero de una tradición que comprende a autoras de la talla de Flannery O’Connor, Williams pertence a los escritores clave de la narrativa anglosajona de hoy.