En los dos siglos y medio en los que, más o menos y siempre de manera convencional, se ha predeterminado la duración del Renacimiento en Italia, se terminan en cualquier caso fijando los nuevos caracteres que determinan ese aspecto y esa forma que fueron propios de los siglos posteriores y que, ampliándose por encima de sus límites, conservan y, a veces, adquieren vitalidad autónoma. Los puntos estéticos de este periodo no pueden relegarse únicamente al análisis de tratados filosóficos ampliados a la teoría artística, sino tienen que ser estudiados mediante programas de diferente tipo que van desde la exploración de las tierras desconocidas a la corrección y enmienda de los textos de los autores helenos y latinos, e incluso de los políticos, con frecuencia tan distintas de esos hombres que hicieron de aquel periodo algo tan importante. Las problemáticas ético-políticas, el interés por lo desconocido, el estudio de los cielos, la traducción de ciertos puntos filosóficos en las formas del ?vivir civil?, modelos de accionar y hasta en las cuestiones de prácticas, como las predicaciones herméticas y platonizantes, explicitan los cambios de gusto y los climas de un periodo exageradamente estratificado.