Un día, mientras pasea por la playa en busca de tapones de botellas para su compilación, un joven se encuentra con una criatura extraña, de aire triste, desamparada y solitaria, la cosa perdida. Mientras que espera en balde que alguien venga a recogerla se establece una relación intima entre ellos. En la playa absolutamente nadie sabe nada sobre la criatura, no la han sentido. Entonces decide llevarla a su casa donde la cosa perdida pasa inadvertida para sus padres, tan alerta a las novedades oficiales de desgracias ajenas que, sin embargo, en el momento en que al final la notan merced a las observaciones del joven, la desprecian, la excluyen y se desentienden. El joven no sabe que hacer hasta el momento en que encuentra en el diario un anuncio del Departamento Federal de Objetos Inútiles. Una vez llegados al dfoi la cosa hace un ruidito de infelicidad, mientras él busca un bolígrafo con el que completar los inacabables modelos burocráticos, un empleado de la limpieza le aconseja que si en algo aprecia a la cosa perdida no la deje allí y le distribución una tarjeta con un símbolo esperanzador. Tras haber dado muchas vueltas por la cuidad logra hallar la dirección de la tarjeta en un escondido y obscuro portal de una callejuela anónima. Tras la puerta descubre un inventario de extraños y también poco comunes elementos perdidos.