Nicanor Parra tenía solo veinte años en el momento en que escribió «Gato en el sendero». Fue el primer cuento que publicó en su trayectoria y lo hizo en la Revista Novedosa, del Centro Nacional Barros Arana. El académico Jorge Millas, directivo de la publicación, se negó a difundir el cuento (calificándolo de «tomadura de pelo»). Este relato estuvo «retenido» dos meses, hasta el momento en que Pedraza, dibujante y directivo de arte de la revista, amenazó con su marcha si no salía en el próximo número. Publicado en 1935, en un periodo de marcada influencia lorquiana, «Gato en el sendero» es el primer «autoantecedente de la Antipoesía», así lo definió Pedro Lastra, como el atisbo inicial de la futura visión rupturista del poeta. El absurdo, la inconexión y el humor envuelven la azarosa vida de un minino descuidado a su suerte en la mitad de la vereda. Hasta el momento, en nuestro país este relato solo podía hallarse publicado dentro de las Obras Terminadas, v. I (1935-1972) de Galaxia Gutenberg. Esta edición, ilustrada por Joan Casaramona, es, por consiguiente, la primera convidación al público de literatura infantil y juvenil a gozar de la prosa parriana. Gato en el sendero es asimismo un breve relato que ha convivido a lo largo de años en la mitad de la antipoesía de Parra sin conseguir la atención y el reconocimiento que una pieza literaria de semejante singularidad merece. Nicanor dejó en la mitad de la vereda, y a su suerte, a un gato al que Joan Casaramona dió vida con sus tintas y sus trazos. Alén del imaginario del ilustrador, este cuento es otra genialidad literaria del creador, y son estas peculiaridades de las que Casaramona se ha valido para poner al lector en un escenario en el que el gato vive, además de sus siete vidas, un sinfín de aventuras de las que podrá ser parte mediante fáciles juegos visuales. Un aparato ilustrado que va más allá del álbum, un espacio lúdico en el que el lector puede, además de leer, jugar. Como buen lector del creador chileno, Joan Casaramona no crea para un público de una edad cierta, sino que, merced al tono de sus ilustraciones y a los elementos gráficos que dispone en la estructura del libro, amplía las opciones de lectura a un nicho más amplio, haciéndolo además de atemporal, capaz para todo el que apasionado de la narrativa Parra.