Pese a la fama que lo antecede, a pesar de que escasos resisten la tentación de evitar una partida de naipes con él, más allá de la alegre compañía de truhanes y rameras, de caballeros y damas en fiestas de sociedad, Gabriel regresa a su casa solo, cubierto de niebla; una niebla que lo acosa y lo persigue, que le ten en cuenta que todo lo que tiene puede derrumbarse como un castillo de naipes.
El azar cambia sin explicaciones. En una mano, gana una finca en la provincia de Corrientes y, cansado de todo, escoge evaluar suerte en las tierras de las que en este momento es dueño. Allí, encontrará la propiedad habitada por Emilia Balmaceda y sus tres hermanos; sobrinos del hombre a quien le ganó las tierras. Entonces, empezará otra partida: una en la que la capacidad con los naipes no servirá de ayuda; una donde ambos van a deber apostar a todo o nada para editar ese sitio en un refugio que los tenga dentro a todos.
Adriana Hartwig recrea un cosmos especial: desde los bajos fondos porteños hasta la Corrientes rural del siglo XIX. Con individuos indelebles, nos comenta una historia amorosa y desamparo; una escapada y un refugio.