Lydia relata su trayectoria deportiva, el día a día de unahaltero, con sus sueños, sus triunfos, logros y asimismo con sus frustraciones y lesiones. Describe el mundo del deporte y los deportistas de élite con gran precisión y proximidad.
Empieza el libro con un problema que tuvo en 2015. Hacía tres años que había vuelto de los Juegos de Londres con una cuarta parte puesto histórico para la halterofilia de españa, y que más tarde se convirtió en oro olímpico por la desclasificación por dopaje de las medallistas.
No había podido competir en Houston y proseguía arrastrando su lesión por las instalaciones del Centro de Prominente Rendimiento de Madrid. Quedaban unos meses para el comienzo de los Juegos de Río, donde todo el mundo aguardaba que se materializase el enorme triunfo de su trayectoria, pero en frente de ella cae otro telón pesado. No sabía de qué manera había podido suceder, pero había vuelto a la casilla de salida. Algo dentro de ella se había roto y no lograba regresar a unir las piezas.
Ella cuenta el episodio de este modo:
«Me levanto aterrorizada, me miro en el espéculo del baño de mi habitación en la residencia y me llevo la mano a la boca para tratar de contener el grito de desesperación. No sé de qué manera pudo pasar, pero no veo nada por el ojo derecho. Siento el abrazo gélido de la más alarmante y inescrutable oscuridad. De este modo acaba todo, me digo. Con un triste e inesperado colado a negro. Ahora sí que sí.
Solo el tiempo probaría que me equivocaba. Aquello no solo no era el final, sino acabaría revelándose como el principio de una historia con apariencia de libro. Mi historia».
Lydia relata su trayectoria deportiva, el día a día de unahaltero, con sus sueños, sus triunfos, logros y asimismo con sus frustraciones y lesiones. Describe el mundo del deporte y los deportistas de élite con gran precisión y proximidad.
Empieza el libro con un problema que tuvo en 2015. Hacía tres años que había vuelto de los Juegos de Londres con una cuarta parte puesto histórico para la halterofilia de españa, y que más tarde se convirtió en oro olímpico por la desclasificación por dopaje de las medallistas.
No había podido competir en Houston y proseguía arrastrando su lesión por las instalaciones del Centro de Prominente Rendimiento de Madrid. Quedaban unos meses para el comienzo de los Juegos de Río, donde todo el mundo aguardaba que se materializase el enorme triunfo de su trayectoria, pero en frente de ella cae otro telón pesado. No sabía de qué manera había podido suceder, pero había vuelto a la casilla de salida. Algo dentro de ella se había roto y no lograba regresar a unir las piezas.
Ella cuenta el episodio de este modo:
«Me levanto aterrorizada, me miro en el espéculo del baño de mi habitación en la residencia y me llevo la mano a la boca para tratar de contener el grito de desesperación. No sé de qué manera pudo pasar, pero no veo nada por el ojo derecho. Siento el abrazo gélido de la más alarmante y inescrutable oscuridad. De este modo acaba todo, me digo. Con un triste e inesperado colado a negro. Ahora sí que sí.
Solo el tiempo probaría que me equivocaba. Aquello no solo no era el final, sino acabaría revelándose como el principio de una historia con apariencia de libro. Mi historia».