Malala Yousafzai, icono en todo el mundo, activista en pro del derecho a la educación y la persona mucho más joven en haber recibido el Premio Nobel de la Paz, cuenta una historia inspiradora de lo que fue medrar en una zona desgarrada por la guerra y, no obstante, ver la magia de la promesa adondequiera que mirase . En el momento en que Malala era niña en Pakistán deseaba tener un lápiz mágico. Lo usaría para: -poner un pestillo en su puerta; de esta manera sus hermanos no podrían incordiarla. -parar el tiempo para dormir una hora mucho más cada mañana. -eliminar el olor del basurero que había cerca de su casa. Pero, con el tiempo, su planeta cambió, lo mismo que sus deseos. Su derecho a ir a la escuela se vio conminado… sencillamente porque era una niña. En vez de un lápiz mágico, Malala cogió uno de verdad. Sola en su habitación, escribió sobre los desafíos a que se enfrentaba, pero sus palabras llegaron a gente de todo el mundo.