Vuelve el inspector Salvo Montalbano y su particular forma de ver el mundo desde el imaginario pueblo de Vigàta, en Sicilia.
Tercera entrega de la serie del comisario que consiguió un espacio propio y original en la literatura policiaca contemporánea.
Sus anteriores andaduras han trazado su polifacético perfil que, como demuestra esta nueva aventura, está lejos de agotarse en el fácil estereotipo.
Esta vez el comisario debe investigar el homicidio de un comerciante jubilado, cuya apasionado, una joven tunecina desaparecida tras el crimen, es objeto de todas y cada una de las supones. No obstante, las pesquisas guían a Montalbano hacia el turbio mundo de los servicios misterios y su sucia guerra contra el terrorismo en todo el mundo. La razón de Estado se ve doblegada a su insuperable instinto de justicia, «quijotesco» según uno de los agentes misterios. Al tiempo, la trama nos reserva sorpresas insólitas, como un Montalbano intensamente conmovido por el destino del hijo de la joven acusada hasta el punto de proponerle matrimonio a su tan tolerante como lejana compañera Livia.
Como todas y cada una de las obras de Camilleri que gozan sus centenares de miles de leyentes en todo el mundo,El ladrón de meriendas es un irónico pero tierno recorrido por la cara mucho más humana del homo sapiens, con individuos cuyo realismo aparece exactamente de la penetrante y clemente mirada de don Salvo. El duro cosmos de la inmigración ilegal, de los barrios populares mediterráneos, de los fríos burócratas al servicio del Estado, o el de la solidaridad femenina se muestran plasmados con pasmosa nitidez en todas y cada una de las escenas de la novela, convirtiéndonos indudablemente en testigos y cómplices no solo de la intriga sino también de un ambiente que termina siéndonos increíblemente familiar.