Elogiada en la refulgente construcción de sus individuos por Conrad, de ella dijo R. L. Stevenson: «Moonfleet es la novela que siempre quise escribir, pero lo único que pude llevar a cabo fue La isla del tesoro». Un siglo después, Georges Remi (Hergé) reconocería el paralelismo de sus conocidos individuos Tintín y Haddock con los personajes principales de Moonfleet: John Trenchard, jóven sediento de aventuras, y su compañero Elzevir, el viejo lobo de mar, contrabandista y bebedor de ron. La furia del deseo de vivir del joven jóven en frente de la inocencia de verse continuado en él por la parte del viejo marino trazan fuertes líneas maestras en esta historia de acción donde no falta ningún elemento para saciar el apetito de aventuras: un fantasma, una pista redactada en el medallón de un cadáver, un tesoro oculto, un contrabandista bebedor, un joven soñador, una belleza seductora, un asesinato, una huida, un traidor, una venganza, un naufragio, un regreso. Y el mar como paisaje engañoso, añorado, despiadado, que acuna la narración con la inevitable armonía de la gran literatura tradicional. Pero lo que convierte El Diamante de Moonfleet en una pieza maestra universal es algo considerablemente más difícil de conseguir: su autor, Meade Falkner, deseando contar la aventura de unos hombres, acabó construyendo una historia sobre el hombre..