Todo sucede en una sosegada villa de provincias francesa, a principios de los años treinta. Silvio, el narrador, ha dilapidado su fortuna recorriendo mundo. A los sesenta años, sin mujer ni hijos, sólo le queda aguardar la muerte mientras se dedica a ver la comedia humana en este rincón de Francia donde, supuestamente, nunca pasa nada. Un día, no obstante, una muerte trágica quiebra la placidez de esa sociedad cerrada y hierática. A partir de allí, surgen uno tras otro los secretos del pasado, hechos ocultados cuidadosamente que demuestran de qué manera la pasión juvenil, ese ardor de la sangre, puede trastornar el curso de la vida. Como en el juego de las cajas chinas, las confesiones se suceden hasta llegar a una última y perturbadora revelación.
Con un tono profundo y apacible, Némirovsky emplea el espéculo sereno y frío de la edad madura para reflejar el impulso fogoso y los excesos de la juventud, en agudo contraste con el sofocante ambiente provinciano de sobrentendidos, sospechas y silencios que la autora detalla con esa especial mezcla de lucidez y compasión que caracteriza su obra.