“No pasa nada”, afirma Marco. Pero algo pasa. La conducta de Stella con otros hombres empieza a resultarle incómoda, y su relación se está viendo afectada. “Habría que hablarlo”, dicen, pero se lo afirma para sí. Lulú es otra historia. Otro ambiente y otro género de mujer. Stella hace de canguro a su hijo, todavía lactante, y la situación va a despertar en Marco ciertas fantasías latentes. Celos, misterios, pornografía, sexting y un sinfín de apetitos desbordados conforman esta novela gráfica, donde el morbo y la frustración van a jugar en igualdad de condiciones. Miguel Vila pone encima de la mesa todas las herramientas narrativas del lenguaje del cómic para disfrutar con un relato donde lo visual habla por sí mismo, y lo que no dicen vale tanto, o mucho más, que aquello que se enuncia.