El décimo caso del comisario Dupin le transporta a la «isla bonita», la mayor de las islas bretonas.
Mientras que la Bretaña vive entre los meses de agosto más calurosos de su historia, hace aparición un cadáver sujeto a una boya cerca de Concarneau. Se trata de Patric Provost, un adinerado y despótico empresario de Belle-Île, propietario de tierras, inmuebles e incluso de una explotación de ovejas. Dupin y sus ayudantes averiguan que salvo una, todas las viviendas de Islonk, una enana aldea situada al suroeste de la isla, pertenecían al fallecido. No tardan en descubrir también que la exmujer de Provost, de la que llevaba veinte años separado si bien no estaban divorciados, y la regidora, embarcada en un ambicioso proyecto de energía verde que dotaría de independencia energética al lugar, son las primordiales adjudicatarias de la herencia. Justo entonces tiene lugar un secuestro y hace aparición otro cadáver.
El comisario Dupin tiene poco más de veinticuatro horas para solucionar un nuevo caso antes de ayudar a la celebración que Nolween y sus compañeros han organizado para festejar sus diez años en la Bretaña.