Cervantes escribió el Quijote con la intención de parodiar los libros de caballerías, que consideraba simples sartas de despropósitos desprovistas de todo interés. Para conseguir su propósito, ideó la crónica de un noble aldeano que aloquece de tanto leer las inverosímiles hazañas de héroes como Amadís y Palmerín, y que, de la misma los caballeros andantes, se echa a los caminos con el noble afán de contribuir a los necesitados. En compañía del afable y crédulo Sancho Panza, don Quijote participa en una sucesión de surrealistas aventuras que provocan la hilaridad del lector. No obstante, el Quijote es considerablemente más que una fácil novela humorística, ya que forma una lección magistral sobre la grandeza y la pobreza de la condición humana. De la mano de un héroe que obra como un orate pero que con frecuencia razona con admirable cordura, Cervantes nos revela la importancia de los ideales, nos ilustra sobre el valor de la libertad y la justicia, nos advierte de que no en todos los casos es simple distinguir la verdad de la apariencia y nos anima a creer en una literatura que, mientras que nos distrae, nos enseña a vivir y nos ilumina el espíritu.