Derecho y literatura semejan, ya que, oponerse como agua y aceite. Pero, como siempre y en todo momento sucede en las cosas humanas, estas escisiones esquemáticas son falsas. El hombre -afirmaba con buen acuerdo La Ética a Nicómaco- es sabiduría deseosa o deseo capaz. Y podríamos añadir por nuestra cuenta y peligro: es razón sentiente y sentimiento razonable, ley y narración, regla y relato o leyenda, todo desde la unidad profunda que le constituye. Abordar estas cuestiones es el apasionante desafío que el autor encara en estas páginas. Para contestar a ellas nos sitúa en un primer instante en la discusión actual sobre las relaciones entre Derecho y Literatura, dejando constancia del abanico de posibilidades que se abren hoy día para los investigadores del tema. Entender el debate presente es, obviamente, de la mayor utilidad para entender a qué atenerse, porque a lo largo de la historia se mencionó mucho de las relaciones entre Ética y Literatura o entre Ciencia y Literatura, pero mucho menos sobre los vínculos de la Literatura con el Derecho. El texto, tras ofrecer una información cumplida y fecunda, opta por una de las posibilidades, por analizar detenidamente la situación del Derecho en cinco obras literarias que son tradicionales indudables.