La novela se centra en la vida de Martín, un niño pequeño que padece una insomnia crónica y, lo que es aún más significativo, un miedo intenso a los miedos. No se trata de un temor a monstruos o fantasmas, sino de un pánico a la oscuridad y a las sombras que se alargan en la noche. Este miedo no se manifiesta a través de gritos o llantos, sino a través de una angustia silenciosa y profunda, una sensación de que algo terrible está a punto de ocurrir. La historia se desarrolla en un pequeño pueblo costero, donde la noche es especialmente misteriosa y llena de sonidos inusuales, alimentando aún más la ansiedad de Martín.
Para proteger a Martín de este terror nocturno, su madre, Sofía, se convierte en una experta en la creación de «artefactos de protección». Desde cascos protectores hasta amuletos elaborados con objetos cotidianos, Sofía intenta, con desesperación y amor, transformar la oscuridad en algo tolerable. Sin embargo, sus esfuerzos, aunque bienintencionados, resultan ineficaces. La lógica de la madre, basada en la necesidad de controlar y anticipar, no consigue disipar el miedo de Martín, que permanece profundamente arraigado en su ser. La novela explora la paradoja de tratar de controlar el miedo, y cómo, a veces, la mayor protección radica en la aceptación y la calma.
El núcleo de la narrativa reside en la relación entre Martín y Sofía, una relación marcada por el amor, la frustración y, sobre todo, la incomprensión mutua. Sofía, abogada de profesión, tiene una visión del mundo basada en la razón y la lógica, lo que la lleva a tratar el miedo de Martín como un problema a resolver, en lugar de como una experiencia emocional profunda. Martín, por su parte, experimenta el miedo como una sensación visceral, algo que no puede ser comprendido ni controlado con argumentos racionales. La novela muestra cómo, a veces, la comunicación y la empatía son tan importantes como las estrategias de afrontamiento, y cómo un simple gesto de cariño puede ser más efectivo que cualquier dispositivo protector.
La historia avanza lentamente, revelando los detalles de la vida de Martín y la obsesión de Sofía por protegerlo. La novela se centra en una serie de noches, en las que la lucha contra el miedo de Martín se convierte en una rutina: la preparación de los «artefactos», el intento de coaxarlo a dormir, las conversaciones frustradas, y el silencio cargado de tensión. A medida que avanza la novela, se desentraña la raíz del miedo de Martín, revelando que no se trata de una simple reacción alocista, sino de una profunda inseguridad y una sensación de pérdida de control. Este miedo, en última instancia, se vincula a un trauma pasado, que la narradora revela gradualmente a través de fragmentos de recuerdos y sueños.
Un aspecto crucial de la novela es la utilización de la literatura onírica y la atmósfera de suspenso. Keselman crea una sensación de inquietud constante, utilizando descripciones detalladas de la noche, los sonidos y las sombras para intensificar la experiencia del lector. La novela se siente como un sueño, en el que la realidad se desdibuja y la línea entre lo consciente y lo inconsciente se vuelve borrosa. Esta técnica, combinada con el estilo narrativo en primera persona, crea una inmersión total en la mente de Martín, permitiendo al lector experimentar su miedo de primera mano.
A medida que avanza la historia, se desarrolla la tensión entre la lógica y la emoción. Sofía, a pesar de sus esfuerzos por racionalizar el miedo de Martín, no logra comprender la experiencia subjetiva de su hijo. Ella cree que el miedo es una simple respuesta instintiva, que puede ser eliminada con la razón y el control. Sin embargo, Martín sabe que el miedo es algo más profundo, algo que se siente en el cuerpo y en el alma. La novela sugiere que, a veces, la mejor manera de afrontar el miedo no es intentar eliminarlo, sino abrazarlo y aceptarlo.
Opinión Crítica de De Veridad Que No Podía: Un Testimonio de la Necesidad de la Conexión
«De Verdad Que No Podía» es una novela conmovedora y profundamente resonante que explora los temas del miedo, la vulnerabilidad y la importancia de la conexión humana. La obra de Gabriela Keselman es un ejemplo de una narrativa adulta que se centra en la experiencia infantil, con una sensibilidad y una comprensión que son raras en la literatura. La novela se enfrenta con valentía a la complejidad de las relaciones familiares y a la dificultad de comprender a los seres que amamos, incluso cuando están más cerca de nosotros.
La fuerza de la novela reside en su honestidad y su falta de juicios. Keselman no presenta a Martín o a Sofía como héroes o villanos, sino como personajes complejos y imperfectos, con sus propias fortalezas y debilidades. La narradora permite que el lector experimente la angustia y la frustración de Sofía, al mismo tiempo que reconoce la nobleza de su intención. A través de la voz de Martín, el lector experimenta el miedo de primera mano, lo que hace que la historia sea aún más impactante. La novela es un recordatorio de que el miedo no es un signo de debilidad, sino una parte fundamental de la condición humana.
“De Verdad Que No Podía” es una lectura que invita a la reflexión y a la empatía. La novela plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del miedo y sobre la forma en que podemos afrontarlo. Es una obra que permanece en la memoria del lector mucho después de haber terminado de leerla. Recomendada para aquellos que buscan una lectura profunda y conmovedora, y especialmente para aquellos que han experimentado el miedo de cerca, ya sea en sí mismos o en las personas que aman. La simpleza de la propuesta narrativa, con un buen equilibrio entre lo onírico y lo realista, la hace accesible a un público amplio.


