Arqueros del rey (que forma parte al nuevo período La búsqueda del Grial) se encuentra a medio sendero entre la saga de Sharpe y la del Señor de la guerra. Por una parte, piensa el regreso del Cornwell menos complaciente y más socarrón: su héroe, un arquero inglés, se pasa tres cuartos del libro evitando sus deberes para con la Iglesia y sus promesas a una dama de buen ver, y sólo al final, y más gracias a la al azar de encontrarse con su archienemigo en la batalla de Crécy (1346) que por sus ansias justicieras, cumple en parte su misión. No da cuartel al rival, tiende emboscadas traicioneras, se salta a la torera las reglas de la guerra (si es que en la Guerra de los Cien Años había alguna…) y sólo muestra un poco de humanidad en el momento en que se encuentra entre camaradas o acompañado de su última conquista sentimental. No es un pícaro, no hay bastante humor en Thomas de Hookton, sino más bien un superviviente atormentado que afirma sentirse movido por la venganza (su aldea fue arrasada por un familiar al que no conocía), pero al que motiva más ver un nuevo amanecer.