Otra aventura de Salvo Montalbano, en la que el inimitable comisario sigue realizando gala de ese vitalismo socarrón y melancólico mientras que se asoma a los abismos más profundos del ánima humana.
Un calor asfixiante arrasa Sicilia como una llamarada; durante el día el aire se vuelve irrespirable, las piedras queman y no un baño en el mar da algo más que alivio momentáneo. Con la ciudad sumida en un sopor incandescente, Salvo espera la llegada de Livia, que viene con unos amigos a pasar las vacaciones en una solitaria casa en frente de la playa. Pero el idílico plan se tuerce cuando, oculto en los sótanos de la vivienda, hace aparición un baúl con un cadáver dentro.
El macabro descubrimiento desata los instintos investigadores del comisario, que prontísimo se ve envuelto en una maraña criminal de múltiples facetas que implica a políticos, banqueros y empresarios, todos bajo la omnipresente tutela de la mafia. Y tal y como si la canícula no fuese bastante para causar estragos en el accionar de los personajes, la presencia casi mágica de una bellísima veinteañera hace flaquear la proverbial lucidez del propio Montalbano, hasta el punto de tentarlo a dar ese paso trascendental que había evitado hasta el día de hoy.